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¿Qué es la Maldad?

Hannah Arendt

El mal no es nunca “radical”, sólo es extremo, y carece de toda profundidad y de cualquier dimensión demoniaca. Puede crecer desmesuradamente y reducir todo el mundo a escombros precisamente porque se extiende como un hongo por la superficie.

 

Lee el siguiente cuento y responde la preguntas de la PAUTAS DE DIÁLOGO que están al final.

 

De cómo Sherezade evitó que el rey le cortara la cabeza

Hace muchísimos años, en las lejanas tierras de Oriente, hubo un rey llamado Shariar, amado por todos los habitantes de su reino.

Sucedió sin embargo que un día, habiendo salido de cacería, regreso a su palacio antes de lo previsto y encontró a su esposa apasionadamente abrazada con uno de sus jóvenes esclavos.

-¡Ay! – sollozó el rey -. ¡Siento en mi corazón un fuego que me quema.

E inmediatamente ordenó que su esposa y el esclavo fueran degollados. La muerte de su esposa infiel no calmó el fuego que inflamaba el corazón del rey Shariar. Su rostro iba perdiendo el color de la vida y apenas se alimentaba .

Convocó entonces el rey a su visir y el mando que cada día hiciera venir a su palacio a una joven doncella del reino. El rey las desposaba, pero, con las primeras luces del amanecer, recordaba la infidelidad de su esposa y una nube de tristeza le velaba el rostro. Entonces hacía decapitar a las doncellas ardiendo de odio hacia todas las mujeres. Transcurrieron así años sin que Shariar encontrara paz ni reposo, mientras, en el reino, todas las familias vivían sumidas en el horror huyendo para evitar la muerte de sus hijas. Un día el rey mandó al visir que, como de costumbre, le trajese a una joven. El visir, por mas que busco, no pudo encontrar a ninguna y regresó muy triste a su casa, con el alma llena de miedo por el furor del rey. ¡Shariar ordenará esta noche mi propia muerte! Pensó. Pero el visir tenía dos hermosas hijas, la mayor llamada Sherezade y la menor de nombre Doniazada. Sherezade era una joven de delicadeza exquisita. Contaban en la ciudad que había leído innumerables libros y conocía las crónicas y las leyendas de los reyes antiguos y las historias de épocas remotas. Sherezade guardaba en su memoria relatos de poetas, de reyes y de sabios; era inteligente, prudente y astuta. Era muy elocuente y daba gusto oírla. Al ver a su padre, le habló así:

- ¿Por qué te veo soportando, padre, tantas aflicciones?

El visir contó a su hija cuanto había ocurrido desde el principio al fin. Entonces le dijo Sherezade:

- ¡Por Alah, padre, cásame con el rey! ¡Prometo salvar de entre las manos de Shariar a todas las hijas del reino o morir como el resto de mis hermanas!

El visir contestó:

- ¡Por Alah, hija! No te expongas nunca a tal peligro.

- Pero Sherezade insistió nuevamente en su ruego. Entonces el visir , sin replicar nada, hizo que preparasen el ajuar de su hija y marchó a comunicar la noticia al rey Shariar. Mientras su padre estaba ausente, Sherezade instruyó de este modo a su hermana Doniazada:

- Te mandaré a llamar cuando esté en el palacio, y en cuanto llegues y veas que el rey ha terminado de hablar conmigo, me dirás: Hermana, cuenta alguna historia maravillosa que nos haga pasar la noche. Entonces yo narraré cuentos que, si Alah quiere, serán la causa de la salvación de las hijas de este reino.

Regresó poco después el visir y se dirigió con su hija mayor hacia la morada del rey. El rey se alegró muchísimo al ver la belleza de Sherezade y preguntó a su padre:

- ¿Es esta la doncella con quien me desposaré esta noche?

Y el visir le respondió respetuosamente:

- Sí, lo es.

Pero acabada la ceremonia nupcial, cuando el rey quiso acercársele a la joven, sherezade se echo a llorar. El rey le dijo:

-¿Qué te pasa?

Y ella exclamó:

- ¡Oh, rey poderoso, tengo una pequeña hermana de la cual quisiera despedirme!

El rey mandó a buscar a la hermana, que llegó rápidamente, se acomodo a los pies del lecho y dijo:

- Hermana, cuéntanos una historia que nos haga pasa la noche.

Sherezade contestó:

- De buena gana y con todo respeto, si es que me lo permite este rey tan generoso, dotado de tan buenas maneras.

El rey, al oír estas palabras, como no tenía ningún sueño, se presto de buen grado a escuchar el relato de Sherezade. Aquella primera noche, Sherezade emrezó a contar la historia del mercader que, en uno de sus viajes por el desierto, cayo en manos de un efrit que quería cortarle la cabeza. El mercader, en su afán por salva su vida, le contaba al genio maligno tantos relatos maravillosos que llego el amanecer sin que Sherezade hubiese concluido la historia. Entonces, la joven se callo discretamente, sin aprovecharse mas del permiso que le había concedido Shariar. Su hermana Doniazada dijo:

- ¡Oh, hermana mía! ¡Cuan dulces y sabrosos son tus relatos!

Sherezade contesto:

- Pues nada son comparados con los que os podría contar la noche próxima, si el rey quiere conservar mi vida.

El rey dijo para si: ¡Por Alah! No la mataré hasta que haya oído el final de su historia. Y por primera vez en muchos años durmió un sueño tranquilo.

Al despertar, marchó el rey a presidir su tribunal. Y vio llegar al visir que llevaba debajo del brazo un sudario para Sherezade, a quien creía muerta. Pero nada le dijo al rey porque él seguía administrando justicia, designando a algunos para ciertos

empleos, destituyendo a otros, hasta que acabó el día. El visir regresó a su casa perplejo, en el colmo del asombro, al saber que su hija había sobrevivido a la noche de bodas con el rey Shariar.

Cuando terminó sus tareas, el rey volvió a su palacio. Al llegar por fin la segunda noche, Doniazada pidió a su hermana que concluyera la historia del mercader y el efrit. Sherezade dijo: –De todo corazón, siempre que este rey tan generoso me lo permita–.

Y el rey, que sentía gran curiosidad acerca del destino del mercader, ordenó: –Puedes hablar–. Sherezade prosiguió su relato y lo hizo con tanta astucia que, al llegar la mañana, Doniazada y el rey ya estaban escuchando un nuevo cuento.

En el momento en que vio aparecer la luz del día, Sherezade discretamente dejó de hablar. Entonces su hermana Doniazada dijo: –¡Ah, hermana mía! ¡Cuán deliciosas son las historias que cuentas!–. Sherezade contestó: –Nada es comparable con lo que te contaré la noche próxima, si este rey tan generoso decide que viva aún–. Y el rey se dijo: –¡Por Alah! no la mataré hasta que le haya oído la continuación de su relato, que es asombroso–. Entonces el rey se entregó al descanso y marchó más tarde

a la sala de justicia. Entraron el visir y los oficiales y se llenó el lugar de gente. Y el rey juzgó, nombró, destituyó, despachó sus asuntos y dio órdenes hasta el fin del día. Luego se puso de pie y volvió a su palacio y a su alcoba.

Doniazada dijo: –Hermana mía, te suplico que termines tu relato–. Y Sherezade contestó: –Con toda la alegría de mi corazón–. Y prosiguió con la historia. Como la noche anterior, supo interrumpir su narración justo en el momento más interesante, al llegar el amanecer. El rey, para conocer el desenlace del cuento, decidió postergar nuevamente la muerte de su esposa. Al llegar el alba de la noche siguiente, cuando Doniazada manifestó cuán interesante había resultado el nuevo relato, respondió Sherezade: –Pero es más maravillosa la historia del pescador–. Y el rey preguntó con curiosidad: –¿Qué historia del pescador es esa?–. –La que os contaré la noche próxima, –señaló Sherezade, –si vivo todavía–. Entonces el rey dijo para sí: –¡Por Alah! No la

mataré sin haber oído la historia del pescador, que debe ser verdaderamente maravillosa–. La misma decisión tomó el rey Shariar al día siguiente y en los siguientes días. Sherezade anunciaba nuevas historias, las interrumpía sabiamente o las entrelazaba de tal modo que el personaje de un cuento contaba un cuento en el que un personaje contaba un cuento. Así, una historia llevaba a la otra en una narración sin fin que iba dejando a la joven un día más de vida, una semana más, un mes, un año tras otro año.

Transcurridas quinientas treinta y seis noches, Sherezade empezó a narrar las aventuras de Simbad el Marino. Y las hazañas de Simbad, ¡gracias sean dadas a Alah!, se enlazaron una con otra durante treinta noches y llegaron a nuestros oídos tal como

podréis escucharlas ahora.


 

PAUTAS DE DIÁLOGO

 

1. ¿Dirías que era malvado el rey Shariar? ¿Por qué?


2. Dirías que era malvado el visir al no impedir la muerte de las doncellas del reino? Por qué?


3. ¿Que movió al rey Shariar a asesinar a sus esposas? ¿La venganza nos vuelve malvados? Por qué?


4. ¿Por que nadie en el reino se revelaba contra Shariar?


5. ¿Pudo Sherezade convertir al rey en alguien bondadoso? ¿Crees que esto seria fácil si no fuera una historia?


6. ¿Crees que las mujeres de esta historia son tratadas de la misma forma que los hombres? ¿Por qué?


7. ¿El rey perdona la vida de Sherezade porque entiende que es lo justo? ¿Por qué?


8. ¿Sherezade es un ejemplo de bondad? ¿Por qué?


9. ¿La primera esposa del rey merecía su decapitación? ¿Por qué?


10. ¿Cómo definirías el mal? Que lo causa en las personas?

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