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8º Lectura 8 José el pastor


 

En los años cincuenta José ejerció el pastoreo. Tenía una considerable manada de cabras, un chivo y dos perros: dos bellos ejemplares de pastor garafiano, que le proporcionaban una inestimable ayuda en su oficio. Cuando se aproximaban las estas Navideñas, José se instalaba con su ganado en unos corrales de Buenavista, un pago próximo a Santa Cruz de La Palma, y todos los días, muy tempranito, descendía con las cabras hacia la ciudad. A veces se producía una situación desagradable cuando se encontraba con un grupo de manganzones, que por aquello de pasar un rato la guasa le tildaban de mago. En uno de esos encuentros le propusieron que hiciera una exhibición de silbidos, en los que ellos suponían que José, como pastor, sería un experto. Él aceptó, pero les propuso que lo haría al día siguiente, con el fin de que tuvieran tiempo de reunir a más compañeros que pudieran contemplar tan importante acto. Al día siguiente, gozosa como si se dispusiera a contemplar un número circense, la pandilla esperó a José en una de las recónditas plazas por las que éste pasaba.


Cuando llegó el momento, José solicitó silencio y se dispuso a hacer la tan esperada exhibición: un silbido suave, como si acompañara el tarareo de una canción, salió de sus labios y, unos segundos después, les dio la espalda y enló con sus cabras por una calle. –¡Eh! –gritaron los del grupo– nosotros queremos que chfles fuerte. –No necesito silbar fuerte cuando tengo los animales tan cerca –les replicó José. Una vez le pregunté a José si fueron muchos los que tuvieron el honor de asistir a tan extraordinario acto. –Bueno, me contestó, mis animales y yo éramos más. En realidad, la diferencia entre el número de cabras y el de "machangos" era un cuadrado perfecto. Cada una de las cifras que componían dicho número también eran cuadrados perfectos, y el número de "bamballos", como no podía ser menos, era primo. Mis cabras no llegaban al centenar, exactamente su número estaba formado por dos cifras de las que una era múltiplo de la otra.


Sentí curiosidad por saber el número exacto de bamballos o machangos, como los denominaba José, y les puedo asegurar que constituyeron un buen grupo los ridiculizados espectadores.


OBJETIVO: Fortalecer la ortografía, comprensión lectora y lógica verbal en los estudiantes.


Actividad


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