Había un comerciante pobre que negociaba con hierros. Un día en que debía emprender un largo viaje, dejó a guardar sus mercaderías en casa de un comerciante rico. Al volver del viaje fue a retirar sus mercaderías y el comerciante rico le dijo: -Tus mercaderías se han malogrado. Nada tengo que entregarte. -¡Cómo! -Se sorprendió el otro. -Sí, las dejé en el desván y los ratones han roído todo el hierro. Si no quieres creerme puede subir tú mismo a verlo. El comerciante pobre no discutió y dijo sencillamente: -Puesto que tú lo afirmas, es sucliente. No hace falta mirar. Desde hoy ya sé que los ratones comen hierro. Adiós. Y se fue. Ya en la calle vio a un niño que jugaba; era el hijo del comerciante rico y el comerciante pobre lo sabía. Lo acarició, lo cogió en sus brazos y se lo llevó a su casa. Al día siguiente el comerciante rico fue a ver al pobre y le contó la desgracia que lo agobiaba: le habían robado a su hijo pequeño y pedía consejo a su amigo para saber como encontrarlo. -Ayer -repuso el otro-, cuando salí de tu casa, vi justamente como un gavilán se apoderaba de un niño y se lo llevaba por los aires. Sin duda era tu hijo. -¿Quieres burlarte de mí? -dijo el rico, lleno de cólera -¿Cuándo se ha visto que un gavilán se lleve a un niño? -No, no me burlo. No tiene nada de raro que un gavilán rapte a un niño, en estos tiempos en que los ratones comen hierro. Todo puede suceder ... Reflexionó entonces el rico. -Tu hierro -dijo al n- no lo comieron los ratones. Yo lo vendí. -Ya que los ratones no se han comido el hierro -dijo entonces el otro-, te diré que ningún gavilán se llevó a tu hijo. Yo puedo hacer que lo recobres. Y fue a llamar al niño.
(cuento de León Tolstoi, escritor ruso)
OBJETIVO: Fortalecer la ortografía, comprensión lectora y lógica verbal en los estudiantes.
Actividad de Compresión lectora
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