Un peregrino, rendido de cansancio, llegó a las puertas de una granja. -Por favor, -suplicó-, deme un vaso de agua. -¡Fuera de aquí! -masculló el dueño amenazándolo con un palo-, sino quieres que te dé un golpe. El peregrino suspiró, murmurando: -¡Eres malo! Llegó a la segunda granja y vio a la puerta a un hombre que fumaba la pipa. -¿Me das un vaso de agua? -No hay en casa ni gota; perdona, hermano -le contestó, perezoso. -¡Alabado sea Dios! -dijo el peregrino. Pero al salir vio cómo pasaba un mozo de labranza con un gran cubo lleno de agua. -¡Qué hombre más perezoso! -pensó. Casi a rastras, llegó a una tercera granja. Un hombre uncía los bueyes al arado. -¿Me das un vaso de agua? -pidió, humilde. -Siéntate, hermano. Voy a traértelo. Se sentó el peregrino sobre un poyo y, viendo que el hombre no regresaba pensó: ¡Sin duda se ha olvidado! Pero al cabo de media hora lo vio volver jadeante, con un jarro lleno, hasta los bordes, de agua fresca. -Tardé un poco, hermano, porque fui a buscar el agua a la fuente, pues la que había en casa no estaba bastante fresca. El peregrino bebió ávidamente y, al terminar, dejó caer una lágrima en el jarro. -¡La paz sea contigo, hermano! Un hombre me negó el agua, otro no quiso levantarse y me dejó partir sediento. Tú abandonaste tu trabajo y te has cansado por mi culpa yendo a buscar el agua fresca... ¡Que la paz sea contigo, hermano! ... ¡No sólo das, sino que... sabes dar!
Alexander Pushkin - Ruso
OBJETIVO: Fortalecer la ortografía, comprensión lectora y lógica verbal en los estudiantes.
Actividad de Compresión Lectora
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