Cada uno de ellos lleva como un recuerdo personal esa avalancha bajó entre espumas de fango y nieblas en iris, con el temblor de un racimo de truenos, a sumarse al caudal del río Yuma, el río grande de la Magdalena, que viene del sur desde el comienzo con su pueblo de bagres barbados y de incapaces. Y saben que fue así como el lecho de la laguna, secado por dios, se convirtió en el campo de maizales que gobernaron los Zipas arrogantes y los zaques ceremoniosos. Hay que conocer ciertas tierras ardientes, más allá de los riscos occidentales de la meseta, y el llano que reverbera a lo lejos, detrás de los peñascos orientales; hay que ver el modo como e, calor agobia los cuerpos en la llanura: hay que sentir a través o leyendas cómo es la vida en los países del sol ardiente, donde se eternizan los caimanes con las bocas abiertas, como por una sed que no cesa, y donde al atardecer se alzan legiones de mosquitos que sólo se advierten por dolorosos puntos de sangre en la piel, para entender la gratitud de los muiscas hacia el dios que escogió para ellos la Sabana. Que los hizo nacer entre torrentes cristalinos y bodegas de sal, y los salvó de los colores malsanos y de la humedad opresiva que en muchas regiones fatigan a los pueblos guerreros. Todos dicen que el oro está amasado en la misma sustancia que el sol, y lo llaman la carne del dios en la tierra, la cara que puede mirarse. Por eso todo objeto solar es para ellos rezo y amparo. Un casco de sol sobre la frente, un gran brazalete, un luminoso collar de murciélagos, un arco de sol saliendo de una fosa nasal y entrando en la otra, un resplandor martillado sobre el pecho, son el pecho, son el dios mismo entrando en la batalla, y no dejan lugar para el miedo.
William Ospino, Ursúa, Bogotá, Alfaguara, 2005
OBJETIVO: Fortalecer la ortografía, comprensión lectora y lógica verbal en los estudiantes.
Actividad de Compresión Lectora
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